Por Lucrecia Cossio (Salta/Argentina)
El surco atraviesa el terreno.
Las garras mecánicas
lo muerden todo y claro: lo desgarran
Cuántas noches en vela
Cuántos árboles caídos
Cuántos quemados o descuartizados
Cuántas ramas sin sol
Cuántas hojas sin ojos que miren al cielo
Cuántos retoños sin vida ni tumba que los nombre
¡Cuánto maldito silencio!
Para la Hondura de este surco, no hay sol ni luna que refleje la nada.
Pero en las corrientes subterráneas, late todavía el corazón del agua.
Lucre, querida, tu acento es como el agua que socava la piedra. Lenta, dulce y mortífera.
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